Jorobado

El mundo le reventaba en la cabeza a la altura de la sien izquierda. Había sido así desde que había tenido consciencia de sí mismo por lo que nunca se quejó. A consecuencia del dolor el cuerpo adoptaba una posición antinatural, casi ortopédica: la cabeza inclinada sobre el hombro izquierdo que a su vez se erguía hacia la cabeza rompiendo la horizontal con el hombro derecho, lo que le llevaba a su vez a descompensar las caderas en el sentido contrario arrastrando la pierna izquierda y levantando la pelvis derecha con una cojera muy particular y zozobrante, hipnótica diría. Debido a tal posición también había desarrollado una cifosis muy pronunciada que había dado origen al apodo con el que le conocían por París.

Víctor Hugo le amó toda su vida.

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