Serrucho

Le costaba mucho concentrarse en otra cosa.

El yoga no le servia, ni la alimentación sana, ni las drogas, ni las terapias….

Él, que se había ganado la vida como clarinetista en una filarmónica de prestigio internacional tocando grandes piezas, interpretando solos a la altura de Meyer. Él, que adoraba el jazz de los años 30 y aquellos matices de Sydney Bechet o Jonny Dodds. Él, que podía escuchar cualquier música y a continuación desentrañarla con su clarinete porque estaba dotado de un oído virtuosísimo.

Él era incapaz de sacarse de la cabeza la canción pachanguera del pasado verano.

En su nota de suicidio ha dejado escrito: “Esta noche doy serrucho, serrucho, serrucho”

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