No estás, no estás.
Lo repito como un mantra.
No estás y van pasando los días,
las semanas,
los meses,
las lluvias.
Aunque estas últimas han sido escasas.
No estás
pero es como si estuvieras
¡peor!
estás porque no estás.
No puedo verte,
oirte,
hablarte.
No sé nada de tí y
aunque probablemente ya te guardo donde se guardan las cosas que no sirven o
quizá te haya tirado aplazado para nunca…
aún con eso,
sabiendo que es casi seguro que no nos volvamos a ver jamás…
Aún con eso y,
con licencia de Benedetti,
solo sé que:
No estás. No estás.
Y también
viceversa.
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