Hygge a la española

No soy danesa. Nací en Madrid pero me gusta mucho el concepto de hygge, entendido como “el arte de crear intimidad confortable”. Sin más, lejos de dogmas y gurús y sin pretender caer en el reduccionismo de que un chocolate frente a una chimenea es todo lo que se necesita para ser feliz.

No es así. No basta un chocolate pero tampoco son necesarias muchas de las cosas que sin embargo sí forman parte de nuestra vida diaria: falta de tiempo, prisa, tantas compras, ruido, etc. Es la lógica perversa de nuestro mundo en el que para vivir en último término son el trabajo y las obligaciones las que acaban ocupando toda nuestro tiempo.

Y aunque el trabajo pueda hacerte feliz también –no estoy diciendo lo contrario- al final lo que disfrutamos de verdad no son los éxitos laborales o empresariales (o las diferentes competiciones simbólicas que creemos ganar con estos éxitos) ni los bienes materiales más exclusivos. Lo que de verdad disfrutamos es el tiempo que pasamos con la gente a la que queremos o haciendo algo que realmente nos gusta. Y esto es en definitiva lo que sustenta el hygge.

A lo que iba. A mí el hygge a la española se me representa de muchas formas: con una imagen que fue muy habitual en mi infancia durante los años que viví con mis abuelos en el pueblo: mi abuela sentada al brasero junto a sus vecinas en casa de una de ellas – en ca´la Luz- jugando al cinquillo, charlando, viendo pasar las horas; con ese olor a cocido que impregna una casa un día festivo y lluvioso con amigos reunidos para comer y un paragüero abarrotado; cuando mi madre prepara natillas murcianas, que son unas natillas con merengue y caramelo riquísimas cuya receta le dio a mi madre en un tren camino de Almeria una mujer  y que pasaremos de generación en generación haciendo honor a la natillera desconocida…

Si bien, aunque originariamente –hygge- lo practica una cultura con inviernos largos que da mucha importancia a la vida dentro de la casa porque pasa mucho tiempo ahí, y  aquí cada año hace menos frío y las temperaturas –sobre todo estivales- y nuestra cultura hacen que pasemos mucho tiempo fuera de casa y hagamos muchas de nuestras reuniones y eventos fuera también, eso hace que hygge a la española (lo siento daneses) también pueda relacionarse con una cálida tarde de playa.

Pero no sólo las actividades sociales  también tiene que ver con aquellos momentos más íntimos o que disfrutamos en solitario. La lectura de un libro en ropa interior sentada de una forma inverosímil en el sofá;  beber un vaso de gazpacho viendo el tour frente a un ventilador en una tarde tórrida de julio; acurrucarme un domingo frío en la cama con Mika y Clave –mis amores: perra y gata, rspectivamente-. En español por tanto no tenemos una palabra para describir este tipo de momentos pero sí que tenemos esos momentos que sugieren y crean esa “intimidad confortable”.

Si quieres saber más sobre hygge el director del Instituto de investigación sobre la felicidad danés, Meik Wiking, tiene publicado el libro Hygge, la felicidad de las pequeñas cosas que viene a ser la biblia en el tema. También puedes leer este artículo o hacer una búsqueda en servidores que te remitirá a varios artículos sobre el asunto.

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