Hasta ese momento la vida había consistido en reponerse sin remedio a las pérdidas, a los callos de su tía y a los madrugones de su oficio dejando todo lo demás indebidamente aplazado.
Su madre se había marchado años atrás dejando sólo una nota que decía “regad los muebles” y en aquel instante había decidido, aunque aplazado, volverse excéntrica.
Entretanto hacia pan. Pan normal. Pan sin más. Amasaba, fermentaba, daba forma y horneaba unas 150 hogazas al día, más de mil panes a la semana. Casi un millón desde que su madre se fue. 194.300 desde la última nevada.
Deja un comentario