A mi madre la llevan los demonios -dicho así por ella misma- oírme decir que tengo casi cuarenta. DiosMioLauraTienes37 sale de su boca como si fuera un torrente de agua, un rayo láser con el que la gustaría fulminarme.
Hace unas semanas monté en metro en hora punta. Durante el trayecto sólo una persona no tenía los ojos clavados al smartphone. Sentí que si moría allí mismo me pisotearían durante todo el día y al final de jornada lxs empleadxs de limpieza me desincrustarían del suelo con asco. Qué coño es esto. Dale lejía. No sería noticia. Esa misma semana acudí a una clínica de cirugía estética para que cerrarán el agujero que me había dejado en la barbilla llevar el piercing 20 años y que después de año y medio sin él sigue sin cerrar. Entre botox, implantes mamarios y aumento de labios mi “Vengo a cerrarme la herida” Yo lo habría dejado así pero mi cerebro mandó la orden a mis brazos que coreografiándose bajan uno la mascarilla mientras el otro coloca el índice sobre la barbilla. Me susurro imbécil mientras una parte de mi cree haber perdido la oportunidad de curar el existencialismo a precio de cirugía ambulatoria. Tres visitas después es definitivo: Tengo un ano en la barbilla. Sí sí un ano. No saben explicarme cómo en mi barbilla ahora hay un “lugar por donde se expele el excremento” aunque en este caso el excremento es verbal o de pensamiento. Esto sí fue noticia pero tuvieron a bien preservar mi intimidad y en el artículo sólo pusieron mis iniciales. De mi edad no decían nada.
Así pues a lo que iba, volviendo al momento con mi madre mientras ella dispara su DiosMíoLauraTienes37 a mí, por mi nuevo ano, al que llamo ano de rata por su tamaño y parecido con el del animal, se me escapa un EnSerioMamáEsoEsLoRelevanteAhora
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