Hace unos días vi la nueva colección de una marca española en un escaparate “Decoding the 2000s” y la verdad es que no me parecía acertada su interpretación. La marca además lleva años luchando por no desaparecer del exigente mercado del pret à porter. A lo que iba, con total incredulidad y espanto por lo que acababa de ver continué caminando hasta el döner kebab -suministrador de lo más parecido a un plato de Harvard que he comido últimamente-relatando conmigo misma lo equivocada que está la visión de la marca aunque también se llevaran la lycra y los tejidos sintéticos esa década. En mi cabeza suena Ooops I did it again de Britney que inauguraba la década vestida de látex rojo. Un durum de pollo sin salsas. Recuerdo la expectación que generó el efecto 2000 y cuando llegó no fue nada. Una década que empezó defraudando a los milenaristas -o no- ya que el mundo cambió mucho tras la caída de las torres gemelas un año y poco después y acabó -la década- con la primera crisis económica del siglo XXI. Sea como fuere no vestíamos así. ¿Así cómo? Me pregunta mi madre unos días después mientras me invita a comer en su casa y le cuento la anécdota. Así, le enseñó los looks en la web de la marca. Mi madre sonríe y se levanta a su dormitorio. Vuelve con Los álbumes. A mi madre le gustan las fotos más que nada en el mundo y guarda álbumes y pen drives con millones de imágenes que resumen momentos de nuestra vida. “Los álbumes” son algo así como una institución en nuestra familia. Los depositarios de memorias ancestrales que algún regidor comprará un día en un reto como ambientación para un decorado cuando quien sea que herede mis trastos se deshaga de ellos tras mi muerte. El caso, que mi madre se sabe además el contenido de cada uno como si fuera bibliotecaria o archivera de profesión. Miramos tres. Nos reímos mucho. Mi madre casi se atraganta con la dorada. Me toca comerme cada uno de mis pensamientos y cada una de mis afirmaciones a propósito de la colección de la susodicha marca. Te pido perdón y te lo digo alto: lo habéis bordado. El espanto y la incredulidad se apoderan de mí. En mi cabeza suena Saoko papi saoko.
Deja un comentario