Categoría: Historias exageradas

Relato de ficción.

  • Medallista

    Puedo contar que una vez gané una medalla de plata en una carrera o puedo contar que quedé segunda solo porque participábamos dos personas.

    Las dos cosas son verdad pero plantean dos realidades completamente diferentes.

    Así que mucho cuidado con a quién crees medallista, que igual lo es como lo soy yo.

  • Caníbal

    Mi Doc dice que el problema no es que sea una psicópata. Que el problema está en que no me acepto a mí misma.  Así que esta noche durante la rutina de descuartizamiento del cadáver y, después en el muladar cuando me deshaga de él, me ha pedido que escriba en un cuaderno mis sentimientos para tratarlos en la próxima sesión.

    Me gusta su enfoque, aunque el pobre me da pena, desde que comenzara la pandemia al día de hoy está mucho más estresado.

    Ya comía aguacates en 2000 cuando nadie los comía y tenía que ir a tiendas “latinas” a buscarlos. ¡Hijxs de putx! ¡Me habéis jodido la vida! ¡Dejad de comer aguacates! Ahora casi todos son iguales, esto es, malos y cuestan como si fueran excelentes. Además nos estamos cargando cultivos esenciales (maíz principalmente) en los países productores.

    Creo en el consenso, que a estas alturas de la película es como seguir creyendo en los reyes magos, así que como la vida está tan rara  este año le he escrito una carta a los reyes que conozco – los cuatro de aquí, a Pelé y a los de Países Bajos- y les he pedido, entre otras cosas, un par de kilos de aguacates como los de antes.

    Aunque sigo pensando que la única dieta medioambientalmente aceptable es el canibalismo.  Eso sí es hacerle un favor al planeta.

    Hazlo por el planeta: cómete a alguien.

  • Joe

    Corría el año 2011, mi grupo de country y yo andábamos de bolo por la ribera del Tajo. Joe y yo habíamos cogido unos ratoncillos silvestres y pretendíamos que sobrevivieran en una caja de zapatos.  Era la quinta noche que lo intentábamos. Las cuatro noches anteriores, todas en La Mancha, habíamos logrado el objetivo de cazarlos pero el objetivo de que sobrevivieran  no lo estábamos consiguiendo. A la mañana siguiente aparecían muertos. Tiesos. Cómo si se hubieran quedado petrificados por haber mirado alguna medusa y a pesar de tener agua y comida -y una caja de cartón de la que escapar fácilmente a mordiscos- se habían quedado en el mismo rincón donde por última vez los habíamos visto Joe y yo la noche anterior.
    Así que ahí estábamos  la sexta noche de gira, con el séptimo ratón y el quinto intento. Yo miraba a Joe y le decía que con este tendríamos más suerte. También pensaba en que nos estábamos convirtiendo en asesinos y que tarde o temprano tendríamos que acabar con aquello.  Tal vez no se pudiera tener un ratón silvestre de mascota. Pero esto no lo decía porque  Joe se había empeñado en que le enseñaría a tocar la armónica si conseguíamos  que sobreviviera.

    Y  qué queréis que os diga yo eso no me lo quería perder por nada del mundo…

  • El perfume

    Hay una tienda en Velázquez en la que entro a veces sólo porque huele a tí. He intentado que diferentes dependientes me den algún dato sobre qué aroma usan pero aparte de mirarme extrañados, alegan secreto profesional y no me dicen el nombre del perfume, aunque sí me han contado que lo crea exclusivamente para la tienda desde Mallorca una familia de perfumeros. La última vez que pregunté escuché como uno de los dependientes le explicaba a una compañera que yo era la loca de los olores.
    Desde entonces ya no pregunto. Solo entro. Entro y huelo. Huelo un rato. Te huelo. Dejo que tu olor invada mis ennegrecidos pulmones y me reviente el cerebro de recuerdos. Cuando siento que las emociones se han desparramado por el suelo agotadas, recojo mis obsesiones y me voy.
    Todo un viaje emocional que me encantaría poder contar
    al dependiente que busco poder hacerlo en privado y cuando quiera y por eso necesito el perfume. Es igual, este verano buscaré a la familia de perfumeros en Mallorca.
    No soy una loca. Soy una yonki emocional.

  • Terapia

    Una vez que tenía examinado bien al terapeuta, tras varias sesiones, me caía bien, le solté mis 21 cuadernos…. «No me mire así…Con 8 años me rompí la cabeza del fémur y alguien tuvo a bien regalarme un cuaderno. Lo agradecí enormemente…. No me malinterprete pero estaba cansada de leer, de mirar por la ventana…. Calculo que serán unas 20 horas de lectura, no más. Hágame precio» Luis, que hasta entonces había resultado un terapeuta cojonudo ahora está en paradero desconocido.

  • La casa de las 5 ventanas

    La casa de las 5 ventanas había sido de su familia. Ya no lo era porque su abuelo la había perdido en una partida de julepe que se le fue de las manos años atrás. Desde entonces los Martín Serrano fueron conocidos como «los malpartida» en la comarca. Esa noche Gerardo malpartida, sin duda azuzado por el exceso de licor y la presión de grupo, en un acto irracional, tiró una botella con parafina ardiente que fue a encestarse justo por el ventanuco del sobra’o dando origen al mayor incendio que nunca se dio en Lisboa y que, por vicisitudes varias ha pasado a la historia como el gran incendio de los Almacenes Grandella, que arrasó el casco histórico de la ciudad. Y es por esto que los lisboetas ya no juegan al julepe.

  • Autopsia

    El médico forense no daba crédito. «No puede ser» farfullaba entre dientes para sí mientras esperaba a unos colegas para que corroboraran sus conclusiones. «No puede ser, no puede ser» y revisaba una y otra vez muestras de tejido, escáneres y analíticas. «No puede ser, a esta mujer la han matado las palabras que no dijo»

  • Nostálgico

    Soy un nostálgico. Así que las cartas manuscritas que he recibido a lo largo de mi vida forman un atillo guardado en un cajón. Esta mañana he abierto el buzón para vaciarlo de la publicidad acumulada las últimas semanas. Entre mierda que te promete abaratar tu fibra óptica o un blanqueado dental que ni la lejía, un sobre manuscrito e inmediatamente después una erección que ha hecho que mi vecina del segundo suba a su casa pensando que soy un cerdo pervertido. Lo he dejado estar. No era plan de ir corriendo detrás a explicarle que es el pasado lo que me la pone dura. 

  • Solicitud de amistad

    Aunque siempre le había gustado la fotografía descubrió tarde que hacía buenas fotos ( o fotos que gustaban al público, que no tiene porqué ser coincidente con una buena fotografía). Se había criado en una familia trabajadora con 8 hermanos con los que compartir la cámara familiar: una rollei que su padre había comprado años atrás en Alemania mientras fue emigrante y claro está, en una casa en la que tienen que comer 11 personas los rollos de película fotográfica son escasos y cuando se los podían permitir -eventos importantes y familiares: bodas, bautizos y comuniones- los carretes de 24 fotografías se dividían a partes iguales entre los hermanos (2 para cada uno) y las restantes -6- para los padres. Según las instrucciones paternas, además, las fotografías debían incluir al menos a dos familiares… Así que hasta casi la treintena no tuvo una cámara propia y una temática libre.

    Ayer se abrió un perfil en instagram, acabo de aceptar su solicitud de amistad

  • Serrucho

    Le costaba mucho concentrarse en otra cosa.

    El yoga no le servia, ni la alimentación sana, ni las drogas, ni las terapias….

    Él, que se había ganado la vida como clarinetista en una filarmónica de prestigio internacional tocando grandes piezas, interpretando solos a la altura de Meyer. Él, que adoraba el jazz de los años 30 y aquellos matices de Sydney Bechet o Jonny Dodds. Él, que podía escuchar cualquier música y a continuación desentrañarla con su clarinete porque estaba dotado de un oído virtuosísimo.

    Él era incapaz de sacarse de la cabeza la canción pachanguera del pasado verano.

    En su nota de suicidio ha dejado escrito: “Esta noche doy serrucho, serrucho, serrucho”